Mientras en la zona del Baix Llobregat y en la
frontera con Andorra se iban multiplicando las velas negras, la comitiva que
había puesto rumbo a Orna de Gallego se iban alejando de su terrorífico poder.
Las montañas de Montserrat cubiertas de una espesa niebla se iban quedando
atrás y cuanto más cerca estaban de su destino más se veía brillar el sol.
La verdad es que hacía mucho tiempo que Guille ofrecía su casa en Orna, en el Pirineo
de Huesca, para pasar un fin de semana y
hacer alguna cosilla por sus alrededores, así que desde la última reunión en el
“Chiringuito de Al filo” se propuso el 12 de octubre como la fecha definitiva.
La verdad es que a pocos kilómetros de la carretera que lleva a Jaca nos
encontramos con un precioso y tranquilo balcón abierto los Pirineos, a mil y una actividad, tantas que no se
sabría por dónde empezar.
Sin embargo y por ser la primera vez, las
metas estaban ya marcadas, los Mallos de Riglos. Si los Mallos impresionan de
lejos, cuando estás debajo de ellos admirando esos paredones se te hace imposible imaginar a Rabadá y Navarro trepando pos sus paredes, te
has de quitar el sombrero y te llegas a
sentir ridículo cuando ves que tú, con todo tu equipo y las relucientes chapas
que brillan a más de 200 metros, no
puedes subir más que una pequeña parte de sus vías.
Llegando a Riglos el día invitaba a escalar y, como tal, se organizó la primera escalada en los Mallos pequeños, para abrir
boca, en la Normal de la Aguja Roja, una vía de 125 m. Contentos por haber vencido la
maldición de las velas negras y las predicciones de lluvia, los escaladores
enviaban imágenes y comentarios
engañosos para que sus compañeros que, por mala suerte, se habían quedado en
tierra, fueran apagando las velitas dichosas.
En este episodio no encontramos cabras
escaladoras con las que desquitarse, pero estábamos rodeados de buitres que
observaban nuestros movimientos tanto desde el cielo como desde sus nidos, un
acuerdo amistoso entre escalador y ave
que parece algo incomprensible en
Cataluña, donde cualquier presencia de un ave en zonas de escalada implica que
se impida la práctica de este deporte.
Pasada la primera noche al abrigo de la estrellas y del fueguecillo,
se decidió ir a por otra vía, en el Mallo Cored, esta vez no hubo tanta suerte ya
que la aguja elegida estaba un poco descompuesta y la gran cantidad de piedras
que iba cayendo hizo que las cordadas se dieran la vuelta una vez pasado el
primer largo, en realidad el más difícil de toda la vía. La verdad es que tenemos
que dejar algo pendiente para la próxima visita, la Oeste Clásica del Mallo Cored.
El día de regreso amaneció un poco alborotado,
iban llegando pequeñas extensiones de los conjuros que se habían lanzado
durante de todo el fin de semana desde tierras catalanas llamando a la lluvia,
sin embargo una pequeña ventana permitió hacer la visita obligatoria a las vías de escalada deportiva en la zona de Rapun nuevo.
Bueno y que como hemos quedado, ¡Ya nos verán
más veces en Orna! jejejejeje…… gracias a Guille y family
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